miércoles, 1 de julio de 2009

LOS HERMANOS

-Señor, el francotirador tiene el objetivo en la mira, sólo espera su orden.
El hombre al que había llamado Señor no contestó. Exhaló la última bocanada de humo de su ya extinto cigarrillo y se sentó.
-Señor_ insistió el otro, pero no pudo continuar, el Señor lo acalló con un gesto.
-Aun no, aun no. _contestó como hablandole a la noche.
Desde el edificio donde se encontraba, que dominaba una amplia zona de casas bajas; el Señor dirigía las operaciones de aquella noche. Pero aquella no era cualquier noche; la misión era matar, el objetivo: su hermano.
-Señor, no quiero importunarlo, pero...
-Sí, lo sé, dile a F... que es tiempo, de ahora en más él elige el momento.
El otro tomó la radio para comunicarle la orden a F... pero el Señor tenía aún cosas por decir.
-Dile a F.. que más le vale acertar en el primer disparo, y que no haya agonía, sino lo mataré con mis propias manos.
-F...
-Sí
-Ya es hora.
El Señor cerró los ojos esperando el sonido del disparo. Dibujó en su mente el fogonazo; el inmediato ruido de cristales; el sonido de la bala penetrando el conocido cuerpo, el dolor, la agonía y la muerte.

Como entre brumas recordó cómo habían llegado a esa situación y le pareció una tontería.
Él había elegido entrar a la policía como oficial; su hermano era miembro de La Juventud Peronista; varias veces se habían cruzado en manifestaciones pero nada malo había ocurrido. Hasta que un día recibe ciertas órdenes. Para salvaguardar la seguridad de su hermano le manda una carta, donde trata de hacerlo entrar en razón para que abandone aquellas protestas; para asustarlo le dice que si vuelven a encontrarse y hay lío el primero es policía y después su hermano. La reacción del otro es negativa y no tuvo mejor idea que comentarlo un día mientras cenaba con su madre; la Señora le dió la razón al policía. Esa noche su hermano se fue de la casa.
Los acontecimientos políticos fueron empeorando. Se acrecentaron la violencia y el desencuentro. En el medio, ellos dos.

Una noche recibe un llamado de un superior, su hermano se había convertido en uno de los cabecillas enemigos, tenía la oportunidad de demostrarles a sus camaradas de que acero estaba hecho; ese tipo de hombre precisaba la patria en aquellos momentos, le habían dicho para animarlo.
Él era un buen policía y creía en lo que hacía, no podía negarse a cumplir una orden. Por eso estaba esa noche acechando a su hermano.
Buscó un recuerdo para abrazarse a él antes del disparo, uno que los tuviera juntos aún como hermanos.
Volvió a una tarde allá en su adolescencia, todos los hermanos varones acampando frente al río, las caras risueñas, una carpa, unas cañas y anzuelos y el sol cayéndose a pedazos en el horizonte. Él había soñado que aquel sería el día, su hermano Ernesto también.
Hacía varios meses que iban a pescar al mismo sitio y nunca volvían con las manos vacías; pero invariablemente todas las veces un gran pez se les escapaba; para él era un surubí, para su hermano una raya, para los otros que aun eran niños era como un monstruo oscuro debajo del agua negra. Siempre picaba de la misma forma, arrastrando el nylon como loco, cortándolo despues sin que ellos pudieran hacer nada para evitarlo.
Pero la última vez lo tuvieron veinticinco minutos enganchado, peleando, agitándose en el agua, lo arrimaron a la orilla pero antes de que pudieran alumbrarlo con la linterna se desenganchó y se fue como las veces anteriores.
Pero esta noche que llegaba era para ellos la noche señalada. No había luna, y las sombras danzaban acompañando el movimiento de las llamas de una fogata prendida por su hermano.
Cuatro cañas apuntaban hacia el río. Nadie hablaba, los nervios de punta esperando el sonido de la "chicharra" del reel cuando el pez muerde el anzuelo y huye por su vida.
Él se acerca a su hermano para darle un mate, Ernesto deja la caña y se lo acepta, se encuentran sus miradas en la noche.
-¿Qué te parece?
-No sé, está todo muy tranquilo.
-La ultima vez ¿a qué hora picó?
-Como a las dos de la mañana.
-¿Y qué hora es?
-Ya es hora.

El sonido agudo del disparo con silenciador lo sacó del sueño. Su hermano, aquellas noches de pesca y él habían muerto ya para cuando se apagó el eco, perdiéndose en las calles.

El país siguió su curso, muchos hermanos aún no se han encontrado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario